
Deberías habermelo dicho. Te pregunto por algún problema y me dices que no te pasa nada. Estabas raro. Niegas todo. Pasas de mi cuando te digo que te conozco lo suficientemente bien como para saber que me estás mintiendo. Ocho meses. Ocho meses y aún no tienes suficiente confianza para contarmelo. No insisto. Paso. 'Ya se le pasará' pienso. Hoy. ¿Qué te vas? ¿Como? ¿Por qué? Ni idea. Ya te has ido. No hay móvil. No hay messenger. No hay direcciones. Ya no queda nada. Prácticamente no volverás, dices. Y yo, ya harta de tener que aguantar que la gente me haga daño cuando y como le sale de los cojones.





